Sin ganas


No tengo ganas de escribir. La verdad que no. Y no porque no tenga cosas que decir, o sienta cosas que quiera exorcizar. De hecho, mis principales fantasmas -las fantasías de gloria, poder y redención- están allí, encorvados en el marco de las puertas que me atrevo a cruzar; pero también están en los pasillos mal encerados. Están allí, con rostros cansados, torturados, mintiéndome en la cara, sin necesidad.

Escribo entonces para que no me olviden, piedra en la espalda que me aleja de los poetas. Escribo entonces para que, al entrar acá, sepan solo una cosa: estoy vivo, amando, llorando, puteando, peleando, odiando...

(Negra, niña, blanca, vieja, verde, loca...)

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