Zombee


Quise evitar sentarme a escribirle al aire pero, por fin, ostentoso, muestra algo de vida en este otoño repetido; así que aprovecho a escribirle a pesar de no tener la más pálida idea de lo que pasa dentro mío. O tal vez decirlo significaría más problemas que soluciones. Yo confieso entonces.


Yo confieso que ya tengo cosas que perder, confieso que temo perder cada ladrillo (sí, ladrillo) de este edificio de cristal (sí, cristal), confieso que ato mi pierna derecha (la izquierda duele por el maldito varicocele) a algún árbol por temor a no poder volver de las noches en que emprendo vuelo. Confieso, sin arrepentimiento, con ego, locuaz y brillante entre mastines y chihuahuas de toga.

Adios, me aburrí. Una mierda más al blog no le hará daño.

(¿no me tolerás? me di cuenta. Pero aún no podes explicar porqué. Tendré paciencia, ya te saldrá la historieta en la que un enfermo, babeante, te persigue de noche por un bosque ochentoso).

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