Domo

De regreso a la tierra, lejos del domo que me vió crecer, que me armó física, espiritual e ideológicamente, desarrollé profundamente mi capacidad de asombro. Lo que bajo esa esfera espejada que me protegió de tormentas y oasis se presentaba simplemente como un meticuloso laboratorio de especímenes de observación, en la tierra tomaron carne y movimiento de manera tal que no puedo dejar de repetir: mi locura no es más que una poética y poco sutil coraza contra otras locuras, patéticas locuras, locuras de tan bajo vuelo intelectual y moral que ni siquiera lágrimas puedo derramar por quienes padecen este mal.
Día tras día, noche tras noche, me estrello con alguno de estos seres que deambulan como zombies repitiendo frases trilladas cubiertas de chocolate tradicional o supuestamente novedoso. Indudablemente que en esta percepción cuentan las experiencias, pero -ser humano al fin- no necesariamente aprendo de ellas. E indudablemente también, mi sentido poético colabora a percibir de manera exagerada acciones y reacciones que, honestamente (aquí el quid de la cuestión) pensé que solo existían en laboratorios, bajo condiciones creadas artificialmente, pero no; existen, y afortunadamente por ello, por esta convicción, por un lado siento un profunda pena, y por el otro, decepción que otros (la altanería a veces es inevitable) no tengan las herramientas para comprender la dinámica general de nuestras pasiones, emociones y sentimientos. Psicobolche dirán, desorientados lectores, pero sirve, sirve para que muchas cosas, muuuchas cosas, no sean más que la confirmación de aquellos estudios juveniles con gualdapolvo color café...y la posibilidad de que todo sea solo parte de un film majestuoso.
Sin embargo, el filo es peligroso (altanería nuevamente, ser humano al fin), no puedo escapar del todo de acciones que intentan lacerar mi carne simplemente buscando lastimarme (podré criticar cualquier cosa de mi domo, pero menos que las puñaladas sean simplemente para agitar el puñal). Pero más viejo, más viejo vizcacha, y cada viejo refrán toma color. Aprendo. Me repite: dormir con niños es amanecer cagado.
En fin, el mundo no es tan grande como parece ni los nuevos tiempos traen cordura trascendental. Los niños siguen siendo niños, las mujeres siguen siendo mujeres, y yo sigo siendo el viejo, el viejo poexistente que decidi escribiendo un diario de un viaje de séptimo grado.
(¿te acordás como la convicción consistía en seguir avanzando
superando el sentimiento de ridículo y exposición? )
Recuerdo el sentimiento de ridículo y exposición de viejos tiempos, me amigo nuevamente con él a la vez que ato mi pierna a la tierra. Me amigo, a pesar de que es el mismo pequeño mundo el que me presenta la oportunidad de regresar mis pasos hacia quién el corazón ferreo lo marca.
(y me voy, la diversión me llama)

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