V
El juglar seguía tocando incansablemente, a pesar de que su alrededor era ya solo un desierto de piedras y arena. Cada sonido retumbaba en la nada y el calor intentaba abatir su cuerpo delgado.
-¿Por que sigues tocando si nadie te escucha?- le preguntó intrigado el mendigo, disfrazado de oruga.
- No toco para los demás sino para mí- respondió sin detener su arte.
-¿Pero acaso tú no eres el Juglar de las siete regiones de la mente? Un juglar canta, toca o baila solo por dinero, no por placer.
- Mi dinero es el placer de sentirme capaz de tocar a pesar de las paredes (mentales) destruidas por el terrible castigo que es vivir entre la mediocridad.
-¿Quién eres tú para acusar al resto de mediocres?

Él no quiso contestarle, pero mentalmente repitió su respuesta. Él es un mediocre que se desprecia a si mismo, que noche tras noche quiere cortarse las venas pero es cobarde, tan cobarde que decidió navegar entre la vida y la muerte blasfemando contra ambos. Sufría más, una agonía interminable que devoraba su autoestima y vomitaba sus entrañas. Él creía que no estar vivo ni muerto, o sea, ser una versión mediocre de ambas, le da el poder de reírse del que diga que ama la vida y le teme a al muerte, o viceversa; es el todo y la nada, el alfa y el omega, el espacio y el vacío...
El mendigo, leyendo sus pensamientos dijo:- Muchos decimos lo mismo: los locos, los mendigos, los travestis, los filósofos, los promiscuos, los progresistas, los drogadictos...
El juglar paró de tocar, encendió un cigarrillo rubio y pensó nuevas melodías en donde fraccionar sentimientos, angustias y esperanzas. Sin embargo amaneció.

********************************************

-¿Quién es el de la foto?
-Marx.
-¿Groucho?¿Harpo?¿Chico?¿ Zeppo?
-No, Carlos.
-¿Un cantante de reggae?


*******************************************************************

-Vacías mentes, vacíos seres- dijo el juez.
-¡No! Es solo un prejuicio moral.
-La ley del sentido común lo dice: “Si te drogaseis eres malo, eres pobre, eres negro, eres irracional...”

El mendigo observó entonces como “Su señoría” amagaba a eructar frenéticamente y maquillaba el borde de su mirada con cierta ironía.
-¡Qué loco!¿no? ¡¿Y este tiene el tupé de juzgarme?!