Un nuevo escrito (nuevo pero escrito)-2004-

Hace días que andaba dando vueltas por mi cabeza las siguientes palabras: "Navegan las huestes del quebracho, entre ranchos chagásicos y suelas de cartón...". Pero esta ciudad con fragancia a revolución, caótica mugre y cencerros de doncellas bien putas -afeitadas- que deambulan por el cemento estéril en búsqueda de algún macho rico que las haga ser; no me deja seguir.

Perdí. Perdí mi celular y eché a llorar como niño. Fue la excusa por ver que mi mano leprosa (felicidades futboleros rancios) no puede, no puede torcer el destino de una mujer amada.

Perdí. Mi cuerpo agotado se ciñe al vuelo de las hípócritas reuniones familiares donde quién no llora o no coge no tiene razón de existir. Amé, y esa es la virtud de estos tiempos. Me paro de a ratos (de a ratos nada más) sobre el pupitre de mis maestros para enseñar el camino más corto, sosegar los miedos de los jóvenes y andar arrastrando el tren de quienes tomaremos el poder.

Pero perdí. Quiero salir de este nuevo pozo. Los chillidos de niños y sus cuetes me hastían. Y el barro de mis dedos no lubrica esos dedos comidos.
(Fue mal momento para dejar de fumar. Así que apago la ansiedad dentro de mis pulmones nuevamente).
Todo se torna huracán. Donde su centro me da una parsimonia de lógica adolescente. Los bordes hunden mis tierras, y el tiempo se muestra tal cual es.
(Un amigo viene a rescatarme por segundos)
Late, mi corazón late porque aún no se entrega. Otros, condenados, se detienen alertando un joven final, ex amigo. Digiero esto y callo...