Primeros retazos de 2004

Cabalgan las zorras como sobras escogidas de pedestales urbanos. Entre pajareras rutinarias voces, decenas, grugnen estelas de razón. Algunas mueren por morir, otras vacilan en tener, pegajosas intentan nuevamente. Y acartonado en la fila del medio enciendo un cigarro dulce para calmar mis cervicales. Nadie dice nada y me vuelvo a encerrar.

Doman las mieles la hiel de los perdedores, que beben ídolos y no saben de que están fabricados. El humo enceguece sus manos. El himen disfruta algún dado. No puedo escribir, entonces vuelvo a morir junto al fuego y a resucitar junto al mar, como en aquellos agnos lejos de la revolución y cerca del paraíso.

Los oficinistas siguen ahi, conspirando. Ignorando que el motor de los tiempos cabalga sobre sus cabezas y que nunca podrán domar al hacedor de ilusiones.