La llamarada del mediodía despabiló las heces del andante. Ya había enterrado lo nocturno y pastillar. Su mente se resistía a levantar el tubo. Necesitaba comer más que guisantes. La falta de afeite y afecto eran exorcizados de a poco por el tiempo. La desesperación fue enterrada por la razón. Fuera de su voluntad se encontraba el destino de esa musa como compañera del enfermizo viaje al infierno, donde poetas, putas, mendigos y algún que otro chofer, se mezclaban en orgías de premoniciones y fracasos. Ahora, febo al trono, debe salir de esta madriguera que traidores carreristas condenaron por ignorancia recubierta de inteligetsia. Sin embargo, en la puerta -para no perder la costumbre- miró a las bolsas de carnosas y blancas narices. Ello lo aplacó.
-Desahuciados hombres, admiro su voluntad de plantarse horas frente a este sencillo lugar. A mí me asfixia toda esta parafernalia llamada civilización, moral, patria, diplomacia, cordura... A mí me asfixia tratar de trasmitirle los arcoiris del crisol de experiencias, magia, locura, ira, compasión y romanticismo (¡No! Danielle Steele, no) a quiénes amo sin poder convencerlos de que se deben dejar llevar por alguien que nació cien siglos adelante, por alguien que encarna el nuevo milenio...
Los mastodontes se durmieron sin antes perderse la oportunidad de mofarse de él. Cansado, sin dinero, volvió a repetirse a si mismo que solo resta esperar; esperar que si aquella musa -responsable de la ceguera de la noche anterior y la anterior, y la anterior- quiere realmente conocerlo, aprender, poder decir que es su compañera de viaje, sola regresara reclamando su cabellera. De lo contrario, no habrá podido escapar de los señores del orgullo y el popolo perdido.
-Desahuciados hombres, admiro su voluntad de plantarse horas frente a este sencillo lugar. A mí me asfixia toda esta parafernalia llamada civilización, moral, patria, diplomacia, cordura... A mí me asfixia tratar de trasmitirle los arcoiris del crisol de experiencias, magia, locura, ira, compasión y romanticismo (¡No! Danielle Steele, no) a quiénes amo sin poder convencerlos de que se deben dejar llevar por alguien que nació cien siglos adelante, por alguien que encarna el nuevo milenio...
Los mastodontes se durmieron sin antes perderse la oportunidad de mofarse de él. Cansado, sin dinero, volvió a repetirse a si mismo que solo resta esperar; esperar que si aquella musa -responsable de la ceguera de la noche anterior y la anterior, y la anterior- quiere realmente conocerlo, aprender, poder decir que es su compañera de viaje, sola regresara reclamando su cabellera. De lo contrario, no habrá podido escapar de los señores del orgullo y el popolo perdido.