Agotado. Ni de la lluvia ni del repiqueteo automotor.
Ahogado. Ni del fango ni de la humedad.
Ahogado. Ni del fango ni de la humedad.
Veloces los demonios masacran lo puro y torturado de mi cable a tierra. Inquietos lucubran tácticas y estrategias que lo normal y lo formal aprendieron a odiar en su casa o su templo.
Y sin embargo no quiero aplastar. ¿Será el temor de que mis cicatrices ahumadas no hayan tenido sentido? ¿Será el odio a las canas de mis huesos? ¿Será la impostura de trazar caminos en disidencia? Ya no importa. Ahora, aunque sea solo por ahora, necesito orinar en cada rincón de lo que creo que me pertenece.¿Sino de que vale vivir?
Algunos proclaman que me darán charla aún dentro de mi tumba. Otros facen en silencio. Solo en una cuestión de fermentos, fundamentos y bella sintonía.
Quiero romper culos, círculos enfermizos y calamidades extrañas.
Agotado. Tanto que la lluvia de Oruro y Calvo no es más que excusas.
Ahogado. Tanto que el fango de La Cava no es más que bolsas de aire.
Ahogado. Tanto que el fango de La Cava no es más que bolsas de aire.
(Así no podrás blandir espadas más que con la lengua)