Madrugada del 12-6. (2000)

¡Hola Niña del sol!
Pasaron varias noches desde nuestro último abrazo, sin embargo todavía acompañas mis pensamientos como un ángel -dulce y melancólico- que me regala algunas sonrisas. No sé por qué sentí este impulso a escribirte; quizás porque mi alma cree que puede confiar en tí, quizás necesita continuar mi libro así, no sé. Solo sé que mis días pasan embriagados por la niebla de la confusión, con el sentimiento del vacío, tras el muro de la soledad...
Esperé ansioso alguna palabra tuya, pero las horas se escaparon sin recibir ningún mail. Se me ocurrió que podría ser porque no pudiste crear tu propia casilla, pero igual me entristecí. Es que tú le haces bien al cansado caballero que me refleja el espejo, cansado caballero que carga cientos de cicatrices y, todavía, algunas heridas abiertas.
Mi cuerpo sangra porque ya no siente casi fuerzas y naufragará. Mi corazón llora porque ya no sabe como es el amor y naufragará. Mi mirada se angustia porque ya no vislumbra la meta y naufragará. Mi alma espera.
Tengo muchas ganas de verte, de tratar de descubrir que mensaje portan tus ojos (tu alma), de perderme intensamente tras el fulgor de tu sonrisa (tu dulzura y tu melancolía). Deseo verte.
Niña del sol, eres una flor en mi camino.
Tú eres quién es especial.

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