Beccar, esa pequeña ciudad... 1:31 hrs. del 4-07-2000.

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Esta noche es de esas noches que se presentan como el inicio de otra etapa de depresión. Es de esas noches en las que escribo con desesperación porque siento que saltar al vacío, para terminar con mi sufrimiento, es la puerta más próxima. Es de esas noches en la que hasta las lágrimas se resisten a salir. Es de esas noches en la que la muerte brilla desde un espejo. Es una de esas noches.
Quise escribirte por la misma razón que tú callas muchas veces tus debilidades. Quise volcar en estas líneas mi presente. Quise confiar en ti aún más.
Estoy mal. Mi corazón destrozado camina por inercia, de la manera más cruel: sin angustias, sin sentir dolor por el puñal en mi pecho. No puedo explicarte cuan doloroso es morir lentamente, ver como la piel te engaña con su brillo.
Caigo. Caigo. Caigo y no puedo evitarlo.
Te quiero mucho, a pesar de mi racionalización de la realidad. Te quiero mucho, aún me sorprende cuánto congeniamos en tan poco tiempo.
Sé que tus pasos no son tan seguros como dicen, que tambalean audaces y envidiados. Entérate que yo estoy; simplemente porque defiendo y defenderé a los soñadores que hagan lo que yo no: Martillar sobre el yunque de la constancia y la tenacidad.
No dejes de caminar.

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