IX. De musas, buitres y cancerbero

Inescrupulosos los buitres silban en mis oídos, no esperan que mi corazón se detenga, combaten cuerpo a cuerpo a los gusanos, centran la mar. Sus alas se baten en duelo, sus picos corvos limpian el rocío, creen ser lo que ya no son, y giran en su vacío interior. Allí estoy moribundo, agónico ejerzo lo que llaman poder, no puedo escribir y me atormenta, la nada filma, el requiem es de locura origginal. Y las musas partieron, partieron lo que deus llamó alma, desencajo siete disparos, abolió mi libertad de cajón. Lumbre. Psiquis funeral. Funesto presente y regalo de mediocridad. Nadie me inspira, ya no aspiro, lo ojetivo se pierde en la calma, la cama, el como, citizen Kane y reloj que dejó de funcionar. ¿A mí llamas, cancerbero? Creo que no puedes conmigo, las profecías se han diluido en pagodas, ni geishas pican la hierba del lodazal. ¿A mi llamas? Baudelaire me dice que deje de escribir. Le hare caso si muero sin musas. Musgo. Juzgo. Mi propia sombra ya no acompagna. Duelo el duelo de la muerte que ocurre y no ocurre, se me ocurre vomitar sobre lo que no entiendo. Mis fanáticos. Aquellos que hablan de arte. Sin remedio sueno vulgar. Bang, mi bang, el Big Bang, lo bandolero de robar por amor y no saber como avanzar. Púdranse y péguense un tiro, por favor, lloraré lo que quieran, mientras no lloren por mí , es el arrepentimiento lo que los hace mediocres. Mediocres. Medio acre. Medios imbéciles. Puaj...bang... Musas, no tengo. Buitres, se avalanzan. El cancerbero, ni él me acompagna. Puaj...bang...
(no teman mirar la gris miel que chorrea de su cráneo
y que descubrieron ésta magnana, mirándose al espejo)

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