Humo suburbano

Gambeteando la tristeza
de un atardecer sin estación,
magullo lágrimas
erizando vellos por doquier...


El sábado pasado, sin meditarlo mucho, crucé la triple frontera y -alejandome de las luces- me embebí con humos conocidos y desconocidos. Ya no tenía excusas para no encontrarme con los viejos ginebreros, lejos del Abasto, frente a frente a un cementerio, en San Martín.
Y allí, entre punks adolescentes, el chillar de malos sonidos y fanzines que llamaban a la nostalgia, disfruté un par de horas -de la mano de mi compañera- a esos viejos ginebreros y nuevos cerveceros. Aún a pesar del bullicio de niños peloteando y padres soñando salvarse.
En ese anochecer en que me abrigue en brazos suburbanos, descubrí mas gente, más espíritus, defendiendo la cultura. Y en ese anochecer en que me abrigué en sonrisas suburbanas, descubrí que siguen sin azuzarme los fantasmas del pasado ni la opresión del presente. ¿No future? Futuro forjado por nuestras manos, por mis manos, por sus manos. Lo otro, esa mezquindades de adolescentes tardíos, que no salieron de mi boca sino de otra, merecen un recordado: allá ellos.
Pronto, pronto, otra vez gritaré. Este viernes elegiremos qué.

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