Lo hice...dos veces

Tomo las llaves de mi bolsillo, la coloco en la cerradura de la puerta de mi casa y entro. Me dirijo a la cocina y agarro el cuchillo más grande que encuentro. Traspaso el living hacia el dormitorio de mi madre y, ya ahí, la acuchillo solo una vez, en el corazón. Seco mi transpiración. Limpio el “arma homicida” en mi pañuelo. Salgo a la calle rumbo al puerto. El muelle está oscuro y vacío. La luna sonríe como siempre. ¿Y ese policía? cree que estoy loco. Mejor escapo. Soy un fugitivo feliz. Lo hice...

El viejo reloj de la estación marca las doce, pero dudo que funcione. Espero el tren entre la oscuridad. No estoy solo. En el otro extremo del andén -de espaldas- una mujer de piernas excitantes; una mujer atractiva...y sola. Es mi oportunidad, nadie vería mis pasos.
Camino hacia ella y, tomándola del brazo, la giro. Es un rostro conocido. No importa. Le tapo la boca y, frunciendo mi ceño, siento como el cuchillo se une a su cuello. Segundos después, un chorro de sangre moja el suelo y mi ropa. Entonces caigo de rodillas, aterrado.
El mundo comienza a girar a mi alrededor, mi presente se torna difuso. No se si es una alucinación pero veo un cuervo mirarme desde un molinete. He acabado. Ella no representa a nadie, pero el haberlo hecho nuevamente representa mi karma. Tan solo me queda sentarme junto a su cuerpo tibio y esperar algo interesante, cualquier cosa.
Amanecerá en dos horas. La sirena policial me aturde aún más. Me levanto y camino hacia esos gordos oficiales que también se acercan. Entre la confusa niebla y un mar de caras recriminadoras (no pregunten como aparecieron), lloro al sentir las esposas en mis muñecas. Estoy angustiado. La bocina del tren estalla en mi cerebro. Las vías están muy cerca. No lo voy a hacer. Merezco mi condena, lo hice otra vez...
(1996)

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