Espiral, Vasco, espiral...

Dolor, no existe otra palabra que albergue más emociones que ella para describir el maremoto que dentro de mi pecho arrecia implacable ante una sorpresiva noticia: el juglar de ese maldito ciclo al que acudo cuando mi cabeza me lo permite, siente que ha cumplido un ciclo conduciéndolo. Es entonces que, pagano, rezo por mi; pues luego de años de deambular buscando un agujero donde recitar, encontré uno donde a la gente que escucha no le importa que lo haga pues la cerveza es más barata... y la tormenta sobreviene sobre mi único escondrijo poexistente.
Nadie, nadie, puede juzgarlo porque desde el ojo del huracán uno pierde la noción del tiempo y de la historia, de las emociones y los sueños...y entonces ¿cómo no sentir que se cierra un círculo? ¿cómo no preferir abrazar a los amados que preguntan por hormigas y estrellas? ¿como no elegir preparar el desayuno los sábados al mañana?¿cómo no, si los demonios ya peinan canas, golpean la puerta antes de entrar y no comen mucho en navidad?
Pero duele igual, nos duele igual, a cada ginebrero, a cada transeúnte, a cada barrendero, a cada uno que huyó alguna vez de la luz. Pero duele igual, nos duele igual, ya que no habrá palabras de aliento, presentaciones ampulosas, risas borrachas, gratitud a la madre tierra... desde aquél lado del mostrador. Sin embargo, nos seguiremos viendo de este lado...porque tanto vos como yo, sabemos que los círculos no se cierran, porque no existen; todo esta maldita condena, es espiral
Vasco viejo, salud...la próxima invito yo.

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