Escena otoñal

Tal vez los silencios de horas no fueron más que la condición necesaria para que pueda sentarse a escribir, a escribirle. Hacía mucho que no escribía una carta, o mejor dicho hacía mucho que no le escribía una carta a una persona de emociones concentradas.
Anestesiado esperó, entre agónico y henchido de vida, las palabras que marcaran este otoño, en tiempos en que se abre el cielo. Y escribió mientras tanto:
Perenne melancolía de otoño,
las hojas en el patio, el viento bajo la puerta;
y una brisa austera que mira.

Ocurrieron miles de emociones en horas, tantas que no recuerda, un vértigo de fiaca placentera, Resistencia suburbana, y ella. Incertidumbre. Con la sensación de estar demasiado lejos de ella… ¡Mil cosas que quiso decirle! (y pareció una canción Sergio Denis).
Está de pie. A duras penas escribe a mano. Pone un disco de Fito Paéz (¡hace cuanto que no lo escucha!). Frase hecha: agua bajo el puente.
Mira al espejo y no se gusta. Mañana sería.Pero no fue. Y ya no escribió a mano. Solo lloró a pesar de saber que ella lloró también.

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